Esta entrada fue publicada por primera vez el 07/06/2011, pero vale la pena volver a leerla
El relato que a continuación colocamos, está basado en la narrativa de Don Julio César Sánchez Olivo (1984), en su libro "Bongos y Canoas".
El relato que a continuación colocamos, está basado en la narrativa de Don Julio César Sánchez Olivo (1984), en su libro "Bongos y Canoas".
“Al entrar las aguas en Apure, o sea al arreciar el invierno, ya en el mes de junio, el llanero cambiaba el caballo por la canoa; sus viajes eran embarcados por todas partes. No había más vías que los ríos, los caños y las aguas de las sabanas anegadas que eran centenares de leguas en el Cajón de Arauca, y el único medio de transporte eran las embarcaciones, bongos y canoas. Aquel Apure carecía de carreteras y de pistas de aterrizaje, porque no había carros a motor ni aviones.
"Los que vivíamos en zonas anegadizas, como las de la margen derecha del río Arauca, cogíamos la res que necesitábamos para comer, embarcados. Esta actividad se realizaba de la manera siguiente: regularmente la res pertenecía a los ganados llamados de "rochela", que eran esos rebaños mas salvajes, que huyen y se esconden en los montes al ver o sentir que se acerca la gente. Cuando estos ganados salían a comer a la sabana limpia, o sea sin bosques, uno se iba en canoa por el lado del monte y sorpresivamente le llegaba al lugar donde estaba comiendo, con el agua a la costilla o mas arriba. El lote de ganado corría entre el agua hacia el monte de su escondite, pero los veteranos llaneros que iban en la canoa, dos de ellos adelante, empujando rápidamente la embarcación con las palancas y otro detrás de patrón con un canalete, velozmente se incorporaban dentro de los animales y enlazaban la res mas gorda y así se iban con el animal enlazado hasta llegar a la parte seca del monte y allí la mataban y descuartizaban. Pero desde el sitio donde la habían enlazado hasta el lugar donde la mataban, regularmente ocurrían momentos de peligro que solamente los veteranos llanero podían sortear, como reses que furiosas embestían contra la canoa; en ocasiones enormes toros, y todos los que iban en la embarcación se lanzaban al agua, pero sin soltar el animal apresado.
Quiero hacerles saber que nosotros los Sánchez Olivo éramos de los especialistas del llano en estos trabajos de cazar ganado embarcado. Mi hermano Teodoro era siempre uno de los dos que adelante iban en la canoa impulsándola con las palancas y listos para enlazar la res escogida con la soga que ya se tenía hacia la proa de la canoa; yo siempre era el patrón. Al descuartizar la res, toda la carne era echada dentro de la canoa, y partíamos con la carga para nuestra casa en donde llegábamos en varias ocasiones ya entrando la noche. En ese viaje teníamos que atravesar un brazo del Arauca llamado "El Garzón", que era casi un río, de fuerte corriente y muchos caimanes. Para atravesarla, mi hermano y el otro marinero sacudían las palancas contra la canoa, yo la golpeaba con el canalete y al mismo tiempo tenía que introducirlo en el agua para que la embarcación no perdiera la dirección y no fuera dominada por la corriente: simplemente cumpliamos con nuestro deber de tripulantes y de espantar los caimanes con los golpes en la canoa, pues a estos animales los atraía el olor a carne fresca. "
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