Eduvigis, Gumersinda, Críspula o como te llames,
mujer del nombre infeliz que te puso el almanaque;
india color de la tierra que se ha chupado tu sangre,
siempre callada y humilde, concubina, bestia, madre,
tres veces te nombro santa y al comenzar a cantarte
barro el polvo que tú pisas con la pluma del romance!
Como esta tierra infinita que apenas muda el paisaje,
en sierra, en costa y el llano, eres una en todas partes
-que si acaso cambia el nombre, la vida no hay quien la cambie-
y así te reconocemos, llamente como te llamen,
por tus muchachitos sucios, tu fogón que siempre arde
y esos ojos de agua turbia apagados y distantes,
que, como tanto esperaron.... hoy ya no esperan a nadie....
*****
Eduvigis, Gumersinda, Críspula o como te llames,
hembra menuda y cetrina de mis anchas soledades,
perdida en el triste olvido, de algún rancho miserable;
la de las manos nudosas, la de los pechos exangûes,
la de los diez muchachitos, desnudos y muertos de hambre,
hasta tu cocina humosa, tengo que ir a buscarte
para decirte a tí sola, con clara voz de romance:
cuando tu vida sin premio, calladamente se apague
y tu hombre con dos peones, al cementerio distante
se lleven en una hamaca, tu magra y sufrida carne,
y el mayor de los muchachos, vaya detrás sollozante....,
entonces - ¡Quizá entonces!- felicidad inefable,
con una luz de otro mundo, te florecerá el semblante,
porque verás unos hijos, alegres y saludables
labrando su propia tierra, la que abonaron sus padres
con sudor de brazo esclavo, con angustias y con sangre.
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