Continuamos relatando los hechos históricos y sociales que nos llevan al Apure de hoy.
En
las entradas anteriores, el autor y cronista de San Fernando de Apure,
Argenis Méndez Echenique, nos ha paseado por la época prehispánica, la
sociedad llanera colonial y la tradicional. Nos ha contado sobre las
repercusiones en territorio apureño por la Colonia y el poblamiento de
las tierras infinitas del estado Apure; también nos ha contado sobre la
participación del llanero en las guerras que azotaron las tierras
apureñas por décadas, y con todo ello ha estado perfilando o delineando
el apureño de hoy.
En
esta cuarta etapa del análisis, nos referiremos a la forma como se fue
desarrollando la sociedad ganadera, actividad por excelencia del estado
Apure.
Tal
como hemos plasmado en las entradas anteriores, hemos tomado
fragmentos del escrito original, tratando de mantener el sentido del
mismo y sólo nos permitiremos hacer unos breves comentarios para enlazar
los párrafos. Recordamos a los lectores, que podemos enviarles el
análisis completo del prof Méndez, si están interesados en conocerlo en
su totalidad.
IV- SOCIEDAD LLANERA GANADERO - COMERCIAL (1890 - 1960).
Para
este período ( 1890-1960), en general mejoraron las condiciones
económicas del Estado, fortaleciéndose el comercio mediante exportación
de productos llaneros por la vía fluvial. San Fernando de Apure se nos
muestra principalmente en las primeras décadas del siglo XX, como un
importante puerto comercial que a través del río Apure se comunica con
el Orinoco, Las Antillas y Europa, generándo empleo a la gente humilde
del pueblo como marineros, carpinteros, calafateros, caleteros y
leñadores (cuando se inicia la navegación a vapor), más sin embargo la
incidencia social en todo este auge, es mínima: “El pueblo sigue palúdico y hambriento”.
“Una valiosa opinión respecto a las excelentes perspectivas de desarrollo regional la
emite el General Cipriano Castro, cuando, en gira presidencial por el país, visita a San
Fernando de Apure (Laya, 1979: 382-383): “Esta es la tierra de la verdadera libertad y del
porvenir de Venezuela la grande. San Fernando está llamado por su posición topográfica,
su riqueza y cultura social bien entendida, a ser en lo porvenir una ciudad de las más
importantes de la República. Sus destinos serán muy grandes (…). San Fernando es, en mi
concepto, un gran corazón por cuyas arterias fluviales se comunica directamente con todo
el universo…” (Telegrama enviado desde San Fernando por el General Castro al General
Juan Vicente Gómez, Vice-Presidente de la República, en fecha 25 de Abril de 1905).
Ya
en el año 1800 Humboldt (1985: III, 274 - 275) lo señalaba: “La
posición de San Fernando sobre un gran río navegable, cerca de la boca
de otro que atraviesa la provincia entera de Barinas, es harto ventajosa
para el comercio. Todos los productos de esa provincia, cueros, cacao,
algodón y añil del Mijagual que es de primera calidad, refluyen por esta
ciudad hacia las bocas del Orinoco. En la estación de las lluvias
remontan grandes navíos desde Angostura hasta San Fernando de Apure, y
por el río Santo Domingo hasta Torunos, puerto de la ciudad de Barinas.
En esa misma época, las inundaciones de los ríos, que forman un dédalo
de brazos entre el Apure, el Arauca, el Capanaparo y el Sinaruco cubren
una región de cerca de 700 leguas cuadradas”.
Esta
actividad comercial es aupada desde las grandes metrópolis del
capitalismo internacional, que se nutre con las materias primas de
países con economías depauperadas
como el nuestro, que cada día se hacen más dependientes. En San Fernando
se instalan
casas comerciales exportadoras e importadoras de mercancías que tienen
sus casas matrices en Londres, París, Roma, Frankfurt o Nueva York;
así sucede con empresas como las de
Barbarito, Bezara, Codazzi, Dalla - Costa, Fernández, Hernández, Jaua,
Ligerón, Lleras
Codazzi, Papaterra, Perruolo, Pulido, Rodríguez, entre otras. Son los
tiempos de la
oficialización del canto “Vuelvan Caras”, de Amadeo Garbi (letra) y
César Ramírez
Gómez (música), como Himno del Estado Apure (1913).
Rafael
Bolívar Coronado presenta
en Caracas (1914) su zarzuela “Alma Llanera”, ambientada en los llanos
apureños, logrando un éxito inesperado por su autor y que con el
correr de los años la canción insertada en la misma se convertirá en el
Himno Popular de Venezuela.
El
auge comercial es tal que algunas casas optan por utilizar “fichas”,
para pagarle a sus empleados y relacionados, intentando controlar
la economía regional; ejemplo representativo de ello es la ficha
utilizada por la Casa Fernández, del tamaño de una moneda de un bolívar
(Bs 1), grabada en el anverso una figura de “caletero, con dos sacos
sobre la cabeza.
Es
la época en que comienzan a llegar a Apure muchas familias de origen
extranjero: colombianos, españoles, italianos, franceses,
alemanes, árabes y chinos, estableciendo honorables hogares.
El progreso intelectual también se manifiesta en Apure y trae la
imprenta y con ella las encendidas polémicas a través de la prensa local
(los agitadores de la década del cuarenta, siglo XIX, como Manuel
María Betancourt, Rafael Agostini y Juan Esté, que enviaban sus escritos
a Caracas, Valencia, Ciudad Bolívar y Cumaná, quienes posteriormente
son acompañados y reemplazados en el propio terruño por personalidades
como Daniel Mendoza, Manuel María Mendible, Diego Eugenio Chacón
Arévalo, Víctor Segovia Peña, Juan Félix Carstens, Pablo María
Echenique, Cástor C. Rodríguez, Agustín Lleras Codazzi, y otros que
aparecen y desaparecen sin dejar huella perenne.
Un
analista de la llaneridad apureña expresa una opinión que refleja con
gran
objetividad la actividad intelectual regional: “en el caso llanero la
intelectualidad se combina con lo ideal, con la sublimidad, con el amor
del hombre hacia su terruño, hacia las cosas de su ambiente natural,
hacia sus faenas cotidianas, hacia las circunstancias alegres o trágicas
que le depara la vida en su tránsito por el Llano, hacia el amor de la
mujer de sus sueños, etc.” (Méndez Echenique, 2000: 14).
El primer periódico aparece en 1854, “El Apureño”, pero los que van a perpetuar su
nombre van ser “El Araucano” (1880-1890) y “Letras”(1913 -
1936). Es el tiempo de las veladas literarias y artísticas, con
representaciones teatrales, juegos florales, zarzuelas, que le daban
lustre a la vida cultural de San Fernando: A principios del siglo XX no
era extraño encontrar allí a Abelardo Gorrochotegui, Leonte Olivo, Diego
Córdova, Diego Eugenio Chacón, Juan Vicente Torres del Valle, José
Lorenzo Muñoz, José de la Paz Suárez, Miguel Ángel Granados, Agustín y
Luis Lleras Codazzi, Amadeo Garbi, José Manuel Sánchez Osto, entre
otros. El poeta Andrés Eloy Blanco bautiza en San Fernando de Apure, la
noche de Navidad de 1921, su primer poemario: Tierras que me oyeron,
donde inserta su famoso “Canto al Apure”.
El
19 de Diciembre de 1913 es oficializado, mediante Decreto del Consejero
de Gobierno Juan Bautista Esté, el canto “Vuelvan Caras”, escrito por
Don Amadeo Garbi y musicalizado por Don César Ramírez Gómez, que había
sido previamente seleccionado en concurso abierto en 1910, y cuya letra
es la siguiente:
Coro
“¡Vuelvan Caras!... Al grito potente
El poder colonial sucumbió!.
Y en las extensas pampas de Apure
Se oye el eco vibrar de esta voz.
I
Como el águila cruza el espacio
Sin que nadie detenga su vuelo,
Cruza libre el llanero este suelo
Que su lanza y valor libertó,
Y si ayer a la voz de Bolívar
Respondieron los bravos centauros,
Ceñiremos de nuevo más lauros
Si se alzare un tirano ante nos.
II
Son los timbres de gloria
Que ostentamos en nuestras banderas,
Mucuritas, Yagual, Las Queseras!
Y otros campos de fama inmortal!
Y a los nobles y heroicos varones
Que de Apure ilustraron la historia,
Venerando su augusta memoria,
Batiremos la palma triunfal!.
III
Y hoy unidos con nuestros hermanos
De Orinoco a la cima del Ande,
A la paz que sus frutos expande,
Sostendrá nuestro altivo valor;
Y teniendo por norma las leyes,
Escudados en nuestros derechos,
Latirán de contento los pechos
A los nombres de Patria y Honor.
Son
los tiempos del auge y caída de la explotación y comercialización de
la pluma de garza, que se reflejó directamente en la economía regional
apureña. Una canción popular llanera refleja la dramática situación de
estas aves (Maurno, 1993: 61):
Llegan de Europa ciertas noticias,
que buenos precios van a regir
por las plumas de las garcitas
que por millones van a morir.
Garcitas blancas de la llanura
a otras regiones tienen que huir
para salvarse de los matones,
de aquellos hombres sin corazones
que nuestra especie van a extinguir.
Esta masacre de muchos años
que ni el Gobierno pudo prohibir
y unos ganaron y otros perdieron
y más que todo nuestro país”
Adelina Rodríguez Mirabal (1994) analiza los últimos tiempos del auge económico:
“La
actividad que había comenzado con el impacto de la moda en los salones
europeos comienza su declive, fundamentalmente, por la austeridad
característica del
período de post-guerra. Al reducir el uso de plumas de adorno la
cotización bajó
considerablemente y la pluma como rubro significativo de importación
progresivamente
fue declinando con la misma efervescencia que caracterizó sus orígenes.
El capricho de la
moda europea, que había engendrado “el gran auge de las plumas en la
década de 1890
fue también responsable de su desplome […] cuando al estallar la Primera
Guerra Mundial, el traje femenino adoptó una nota de sobriedad: los
materiales son más sencillos, las faldas más cortas y se descartan los
grandes sombreros, reduciendo el uso de plumas a una sola”.
En
consecuencia, la caída de los precios de la pluma y la acción de las
sociedades protectoras de animales favorecieron el cierre de un
significativo ciclo de la historia comercial de Venezuela: “El Ciclo de
las Plumas de Garzas”.
Esta situación económica tan crítica la retrata también otro historiador regional,
planteando que “…el número de establecimientos comerciales disminuyeron en forma
considerable como efecto de ella, puesto que fueron muchos los negocios que se vieron en
necesidad de cerrar sus puertas en virtud de la crítica situación en que se encontraban,
sobre todo los que giraban con poco capital y mantenían créditos con sus clientes”
(Paredes, 1988: 142).
En
un estudio que presentó el cronista Argenis Méndez Echenique como
ponencia en 1997 (sobre la presunta formación de una élite
socioeconómica en San Fernando de Apure), ante el Primer Congreso de
Ciencia y Tecnología del Estado Apure, retrata la realidad regional
durante esta etapa, que se caracterizó por:
1º- Una economía agropecuaria, latifundista y desarticulada.
2º-Los
productos básicos eran derivados de la explotación pecuaria: cueros,
queso, sebo, tasajo y la llamada “carne de monte” (cacería de animales
silvestres).
3º-
La tenencia de la tierra bajo el sistema latifundista le daba una gran
rigidez a la estructura socioeconómica regional: había escasa movilidad
social.
4º- El
aumento de los ingresos no está inducido por una modernización del
sistema productivo, sino por una mayor demanda del mercado mundial
que tiene carácter coyuntural: la moda parisina que demanda la
utilización de la pluma de garza en los atuendos femeninos y militares.
5º-
La economía regional estaba sometida a los vaivenes de la demanda
internacional (Francia, Inglaterra y los Estados Unidos,
principalmente).
6º- Penuria fiscal crónica: deficitarios ingresos, deudas agobiantes, etc.
7º- Burocracia ineficaz y corrompida (causada por el crónico atraso de los sueldos, entre otras razones).
8º-
La política de obras públicas, adelantada durante la administración de
Raimundo Fonseca (período guzmancista) no respondía a una motivación de
índole económico, ya que estuvo dirigida al saneamiento y
embellecimiento de la ciudad de San Fernando de Apure: el Palacio de
Gobierno, la Iglesia Parroquial, el Templo Masónico, las Plazas
Bolívar y Libertad, el Cementerio de Jobalito, el Hospital de Caridad.
9º-
En cuanto a la acción del sector privado: las obras, aún cuando
figuraban en la prensa
como construidas exclusivamente por el gobierno, se llevaron a cabo con
fuertes aportes
económicos de particulares: el Ejecutivo del Estado elaboraba una lista
de contribuyentes y
se le fijaba a cada uno la cantidad que debía donar. Ninguno se negaba
por temor a ser encarcelado, cuando menos, pues hasta se exponía a
perder la vida. Este sistema de contribución fue heredado luego por los
representantes del gomecismo.
Es
a partir de la cuarta década del siglo XX, ya muerto Juan Vicente
Gómez, cuando
se observa un cambio en la actividad regional, consecuencia del derrumbe
financiero de la
bolsa de Nueva York en 1929 y que afectó de inmediato a todos los
mercados internacionales, pero que en Apure se reflejó tardíamente: el
ganado, principal fuente de ingresos, baja violentamente de precio,
las grandes casas comerciales comienzan a cerrar sus puertas,
desaparecen las pequeñas industrias por falta de insumos, dejan de venir
con regularidad los vapores desde Ciudad Bolívar y las Antillas. Todo
es desolación. La economía se contrae de tal manera que se vuelve casi
de subsistencia. Y se produce el aislamiento cultural de Apure con
respecto al quehacer nacional.
Sin embargo, el llanero “canta y se lamenta”, pero no desmaya en sus actividades de
sobrevivencia, e incluso, inicia la ocupación de las zonas ubicadas al sur del séptimo
paralelo: el Capanaparo, el Sinaruco y el Meta, son ocupados, aún pasando, muchas veces,
por encima de las cenizas de las chozas y cadáveres de sus ancestrales habitantes; lo que
viene a agregar un elemento bastante inhumano y negativo en el desarrollo de nuestra
sociedad apureña: los cazadores de indios. Todavía, en pleno
siglo XXI, se oyen las historias sobre las excursiones a “guajibiar”,
practicadas por ganaderos criollos invasores de esas apartadas regiones
del Estado.
Al iniciarse la quinta década del siglo XX se produce un movimiento positivo para la
deprimida economía pecuaria de Apure, cuando el Banco Agrícola y Pecuario, a través de
una empresa ganadera (la GANACO), establece un acuerdo con algunos hateros apureños
para comprarles, en sus propios predios, la carne de sus reses y distribuirla en los mercados
caraqueños.
El Doctor Hugo Estrada Ripari, experto apureño en zootecnia, informa que para esa
época se construyeron catorce (14) salas de matanzas en varios hatos de Apure, con sus
respectivas pistas de aterrizaje, porque la carne era transportada diariamente por vía aérea,
hasta el Aeropuerto de La Carlota, inicialmente, y luego, por congestionamiento de este
terminal, se estableció como punto de llegada el Aeropuerto de Maiquetía:
1º- Matadero de “El Fuentero”, propiedad de los hermanos Fuentes Gilly, en Elorza.
2º- Matadero de “La Arenosa”, cercano a La Estacada, de los Hermanos Hernández
Vásquez.
3º- Matadero de “La Victoria”, en jurisdicción de Mantecal, propiedad de los Hernández Vásquez.
4º- Matadero de “El Progreso” (antiguo Hato “Jumito”), de un señor de apellido González Ortiz, en jurisdicción de Guachara.
5º- Matadero de “Coco de Mono”, de José “Pepe” Rodríguez, en Guachara.
6º- Matadero de “San Leonardo”, de Diego Heredia, en jurisdicción de Guachara.
7º- Matadero de “Buenos Aires”, de José Ángel Hurtado, en Guachara.
8º- Matadero de la “Fundación Layera”, de los Hernández Vásquez, en Guachara.
9º- Matadero de “La Gloria”, en El Yagual, de José Garbi Sánchez.
10º- Matadero de “El Piñal”, de Carlos Chávez, en El Yagual.
11º- Matadero de “Santa Rita”, de los hermanos Bezara Angulo, en Achaguas.
12º- Matadero de “Santa Elena”, de Gilmer Urdaneta, en Cunaviche.
13º- Matadero de “Santa Rita de Cunaviche”, de Esteban Vivas, en Cunaviche.
14º- Matadero de “Los Cañitos”, en el Hato La Candelaria, en jurisdicción de Cunaviche.
De
esta forma se incentivó la distribución del principal producto de
Apure. En la siguiente entrada hablaremos del período siguiente, también
enfocado desde el punto de vista de la ganadería como principal
actividad económica del estado.
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