Seguimos ofreciéndoles uno de los múltiples trabajos preparados por el profesor Hugo Arana Páez, denominado APURE: TIERRA DE LEYENDAS, CREENCIAS, FANTASMAS, ENTIERROS, APARATOS Y CUENTOS.
LOS ENTIERROS:
Son tesoros ocultos, consistentes en monedas de oro, plata o alhajas, las cuales son depositadas en una botija, pimpina o tinaja. Dichos envases eran enterrados en el patio, en algún aposento de la casa, otras veces al pie de un árbol (preferiblemente una ceiba, samán, mamón, mango, tamarindo, merecure o algún otro árbol), pero frecuentemente los sepultureros de tesoros preferían los traspatios abandonados de las viejas casonas.
Refiere la tradición que el enterrador no informaba a sus allegados el ocultamiento del entierro, por lo que al morir se llevaba consigo el secreto y se convertía en un ánima en pena, que algunas veces se aparece a los beneficiarios en sueños, otras sale por las noches (preferiblemente) produciendo ruidos de cadenas arrastradas, golpeando, abriendo o cerrando puertas violentamente (portazos), celajes y a veces se oyen pasos arrastrados o una luz muy brillante que va desde algún lugar de la casa hasta apagarse en el sitio donde se halla oculto el entierro. Esto lo hace el muerto, para indicarle al beneficiario elegido (preferiblemente un allegado) la ubicación del tesoro; comprometiéndose el beneficiario por su parte a hacerle misas y rezos al difunto; en cambio si el convenio es con Satanás, hay que empeñarle el alma o los hijos que se tengan.
También existen muchos timadores, que sabedores de la existencia de ingenuos interesados en sacar entierros, buscan a esas potenciales víctimas para venderles la idea de sacar uno, que se halla oculto en determinado paraje, pero que necesitan recursos (económicos) para la consecución del proyecto.
En ese sentido vale mencionar el tema El Muerto de las tres Matas, del cantante Hipólito Arrieta, en que relata el chasco que le pasó al negro Zenón Rapia, quien engañado por un “vivo” y un indio (de seguro el Diablo) vestido de cura, perdió todo el dinero que había invertido en su anhelado proyecto de conseguir un Entierro.
Las historias sobre entierros de morocotas y tesoros, tienen su origen en la costumbre generalizada de las personas que vivieron durante la época colonial y el período republicano, de enterrar o tapiar en las paredes de sus casas, todos aquellos objetos de valor y muy especialmente sus riquezas en morocotas de oro, perlas y diamantes. En torno a ello se fueron creando relatos de espantos y apariciones de animales que custodiaban el lugar donde se hallaba el escondite. Se dice que muchas personas, para evitar el saqueo de sus entierros, lanzaban conjuros en el lugar para impedirle extraer los tesoros a quien osara acercarse.Si por ventura algún saqueador quería llevarse la riqueza, debíaenfrentar a los seres mágicos que estarían cuidando el sitio. Los entierros pueden manifestarse, mediante braseros incandescentes o luces que bailan de un lugar a otro. Cuentan los abuelos que los jueves y viernes a mediodía o a la medianoche, estos tesoros están a flor de tierra listos para que algún afortunado los encuentre. De querer encontrar uno de estos, se debe ir al lugar con una moneda de plata debajo de la lengua y agua bendita. Si logra vencer el espanto, sacará el entierro, pero no debe romper la múcura o abrir la bolsa de cuero de inmediato, ya que el óxido de los metales podría envenenarlo. Revista IPC Barinas
LOS TESOROS Y LOS ESPANTOS (VULGO ENTIERROS)
Las fosforescentes llamas que por la noche se divisan en algunos puntos de la superficie terrestre y que la física denomina fuegos fatuos, han dado entre nosotros origen a la más rara y peregrina preocupación popular. Cree la gente sencilla y aun muchas que no lo son tanto, que esas luces errabundas son siempre indicio cierto de la existencia de algún tesoro escondido en el sitio donde el fenómeno de la combustión se verifica. A este respecto, se cuentan innumerables historias, como la de un humilde peón, que de la noche a la mañana se convirtió en respetable señor.
Don Fulano, verbigracia, que hasta no ha mucho era un pobre jornalero, cuyo trabajo escasamente le producía lo necesario para la subsistencia de su numerosa prole; el pobre diablo, de la noche a la mañana se transformó en un hombre acomodado. Esta inesperada riqueza le permitió comprar una lujosa casa, abrir una empresa y a ahora a su nombre se le precede el clásico Don (De origen noble), heredado de nuestros antepasados, los españoles. Pues esa metamorfosis se debió, decían, al hallazgo de un entierro que el limpio desenterró. El peón fue guiado por una luz misteriosa que en el fondo del corral de su casa se percibía de noche. Este pobre, pero hábil buscador de tesoros, parece que señaló con una marca el lugar donde la luz se ocultaba y al siguiente día, por la madrugada, cavó allí la tierra y encontró un cuantioso caudal de monedas de oro y plata.
Pero hay más. Lo que desde tiempo atrás traía preocupado a Don Fulano, era una visión que de vez en cuando aparecía en la casa y que casi siempre iba acompañada o precedida de golpes sordos, cuya dirección no era posible distinguir; circunstancia que, unida a la visión de la luz, fue para él la revelación de hallarse en la pista de uno de esos entierros de real (dinero) de que tantas anécdotas había escuchado referir desde su infancia.
Concluyendo, todas esas historias pueden resumirse así: dondequiera que había o hay algún entierro -porque todavía los hay, el trabajo es encontrarlos-, se perciben ruidos terribles, extraordinarios, misteriosos: ora suenan cadenas arrastradas a lo largo de las habitaciones y pasadizos, sin distinguirse quien las mueva; ora gritos lamentables, proferidos por algún alma en pena; ya estrepitosos golpes en las ventanas, techos y paredes; ya espectros de diferentes formas y tamaños que, mostrando su blanco sudario, se pasean por los corredores y patios de las casas en silenciosa actitud. La luz nunca falta: ella es la señal característica de esta compleja visión. Entierro sin su correspondiente luz no es ni siquiera concebible; será cualquier otro aparato -como dice el vulgo- , será un alma que está penando o cosa por el estilo, más no será un Entierro.
APARATOS.
Los Aparatos son apariciones malignas que tienen diversas versiones, de acuerdo a la región del país donde se manifiestan, como las leyendas de Juan Machete, El Burro del Bucaral, Federico y Mandinga, La Silbona, El Espanto del Troncón, El Hachador perdido, El Muerto de las tres Matas, La Majada del Diablo, El Canoero del Caipe, entre otros, que en el llano delinean figuras de la Conquista, de la Emancipación o narran en su pintoresco lenguaje los hechos que en ellas se manifiestan.
En Apure existen dos Aparatos; uno es La Bola de Fuego. Fenómeno con la que se topan los llaneros de tabaco, toro, soga y caballo, en su trajinar por las solitarias sabanas, la cual con su atemorizador estruendo y su brillante luz trata inútilmente de espantarlos y el otro, es La Sayona, la cual se presenta a los mujeriegos en los caseríos y pueblos apureños; primero como una agraciada mujer vestida con una saya blanca y después se transforma en una horrible criatura, que los deja enloquecidos, pegando más lecos que una paría en medio de la inmensa sabana o en las solitarias y polvorientas calles de los pueblitos apureños.
La Bola de fuego en Apure:
La explicación que dan los entendidos, es que este Aparato no es más que la presencia de fuegos fatuos, que de noche recorren de un lado a otro la solitaria sabana; pero el caso es que la presencia de esta aparición maligna está enraizada en el alma del apureño, donde La Bola de Fuego, tiene su particular expresión, como se evidencia precisamente en el romance La Bola de Fuego, en la que el bardo popular llanero atribuye la aparición de este aparato a la figura histórica y trágica del Tirano Aguirre (Lope de Aguirre) y su hija Elvira, en los llanos de Apure.
En las sabanas de Apure
Cuando está la noche oscura
En forma de bola de fuego
Sale ardiendo una criatura
Aquella es un alma en pena
Y su estado lastimoso
Le causa mucha tristeza
Al corazón que es piadoso
Ya se estira, ya se encoge,
se hace larga y es redonda,
y se mete en una mata,
y entra y sale muy oronda.
Es el alma de un tirano
Que nació cuando la guerra
Les quitó a los pobres indios
Sus mujeres y su tierra
En castigo de sus culpas
anda por estas sabanas
con las costillas ardiendo
y doblando una campana
Lo cierto es que la Bola de fuego en Apure, no puede ser el alma en pena del Tirano Aguirre y su hija Elvira como reza el corrío, quienes en medio de la sabana salen a espantar a los viandantes, por cuanto, Lope de Aguirre y sus Marañones, en sus correrías desde el Cuzco hasta Barquisimeto, no anduvieron por tierras apureñas, ya que este Príncipe de la Libertad, como lo nombró Miguel Otero Silva, en la novela epónima, navegó por el Amazonas y de allí al Atlántico, la isla de Margarita, Borburata y finalmente Barquisimeto. Es decir, nuestra Bola de fuego, será otro Aparato, pero jamás el Tirano Aguirre.
LA SAYONA
Cuentan los apureños que el espanto de la Sayona es un ánima endemoniada que persigue a los hombres parranderos y mujeriegos como consecuencia de una maldición que le hiciera su madre antes de morir. Al parecer se trataba de una mujer extremadamente celosa de nombre Casilda, que vivía con un hombre parrandero y mujeriego llamado Severiano. Casilda tenía un vecino que la pretendía a quien apodaban Burro Tusero, quien para conquistarla malponía a Severiano, con el fin de ella lo abandonara y se quedara con él. El mujeriego Severiano pretendía a la negra Timotea, mujer buenamoza y fiestera que no se pelaba un baile. Estando ambos en un parrando, Severiano contrapuntea con otro admirador de la bella Timotea, al final ambos galanes, terminan dándose unos tanganazos y mientras Severiano somete al contrincante, la negra Timotea se le viene encima en defensa del otro peleador, lo cual causa en Severiano terrible indignación y de un golpe la lanza contra el suelo, con la mala suerte que la muchacha se golpea la cabeza contra una piedra, falleciendo instantáneamente.
El comisario del pueblo, que también se hallaba en la fiesta, aprehende a Severiano. Por su lado Burro Tusero, aprovechando la ausencia del marido de Casilda, da su estocada final, sin considerar las graves consecuencias que su chisme acarrearía. El intrigante Burro Tusero, le dijo a la celosa Casilda que su marido no la amaba y que además, desde hacía tiempo la traicionaba hasta con su propia madre y que en el pueblo todos los vecinos conocían esta relación. Esto molestó a Casilda de tal modo que el cobarde y perverso Burro Tusero, al ver la expresión de odio en su rostro, presuroso se alejó aterrorizado.
A la mañana siguiente, Casilda como todas las mañanas esperaba ansiosa la visita de su madre que acostumbraba llevarle el cafecito mañanero; cuando la buena mujer llegó, Casilda incendia el rancho con el hijo adentro e inmediatamente hiere mortalmente con un cuchillo en tres ocasiones a su progenitora. Sin embargo la madre moribunda, atina a proferir la siguiente maldición.
… “Me has quitado la vida Casilda. Me has quitado la vida sayona; le has quitado la vida a tu propia madre que te trajo al mundo ¡Maldita serás toda la vida! Sin Dios y sin Santa María andarás vagando por todo el mundo y penando andarás en busca de los hombres mujeriegos para aliviar tus pecados. Pero no lo lograrás porque te acordarás de este momento y perderás al hombre que te acompañe. Permite Dios que así sea”...
Al escuchar estas palabras, Casilda se fue transformando físicamente. Los ojos se le enrojecieron, los pómulos se le contrajeron, su ropa se le desgarró y le brotaron enormes colmillos de su boca; por otro lado su tamaño aumentó descomunalmente. Unos ancianos vecinos que veían lo ocurrido, comenzaron a hacerle rezos y a echarle agua bendita; al caerle el agua lanzó un alarido aterrador y huyó despavorida, perdiéndose en el camino.
Desde entonces se le aparece a los hombres mujeriegos, presentándose al principio como una hermosa mujer, esbelta y elegante. A los cuales atrae con su exótica belleza, éstos entusiasmados con la hermosa sayona, la siguen al bosque donde ella los ha ido llevando, hasta que se voltea rebelándose como el monstruo demoníaco que es y entre terroríficos alaridos les muestra los enormes colmillos, los ojos brotando fuego y agitando de un lado a otro sus manos huesudas, de donde brotan unas largas y filosas uñas, a la vez que acercándoseles insinuante les dice, ¡anda bésame como besaste a fulana y a zutana!, el pobre mujeriego sale despavorido gritando por los solitarios caminos o por las desoladas calles de algún olvidado pueblo o caserío. Es que La Sayona, escoge para sorprender a los trasnochados mujeriegos, aquellos lugares solitarios para hacerles sus sensuales invitaciones. Una vez que cautiva a la víctima, se transforma en un espanto, desquiciando totalmente al idiotizado galán.
Finalizamos esta entrada con el video de "El Muerto de las tres Matas" con Hipólito Arrieta:
APURE: TIERRA DE LEYENDAS, CREENCIAS, FANTASMAS, ENTIERROS, APARATOS Y CUENTOS.
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