El niño llanero es un interesante motivo de estudio, ya que aunque estamos en tiempos modernos, no ha cambiado totalmente la visión de este muchacho que crece en un entorno totalmente natural en pueblos, caserios y fincas de nuestro llano. Todavía se les puede ver descalzos, con un canalete sobre una canoa, fortaleciéndose y aprendiendo de ese entorno, muy duro todavía en muchos sitios alejados de las grandes ciudades.
Cuenta el Abuelo que en sus tiempos, la madre se colocaba el muchacho en el "cuadril", mientras hacía sus labores domésticas y ese niño, bien prendido allí se mantenía. En otras ocasiones, cuenta que las madres hacían un hoyo en la tierra, a modo de lo que hoy conocemos como corral, y allí metían al niño mientras se desocupaban de sus labores domésticas. Imagínense ese bebé en contacto directo con la tierra, con seguridad comiendo de ella y creando en su cuerpo aquellas parasitosis que tanto estudió el Sabio Torrealba. Y apenas dados los primeros pasos, andaba solo o detrás de su madre con mínimos cuidados pero entrenándose en supervivencia de manera instintiva, y haciendo rudas labores desde muy tierna edad. En la Fotografía, Remigio y Rafael Solórzano con su padre. (Imagen tomada de Apure en Cuerpo y Alma, Fotografía de Manuel Abrizo)
En el texto que a continuación se transcribe, tomado de La Vida en los Llanos de Venezuela, Ramón Páez habla un poco de ese niño llanero y el entrenamiento que recibía entonces, en realidad no muy distinto al que recibe hoy en las zonas rurales:
"Nacido en su ruda cabaña, crece el niño sin cuidados, mecido sobre un cuero suspendido del techo por cuatro correas. Un año mas tarde se arrastra desnudo. Tan pronto aprende a andar, sus distracciones lo encaminan a las futuras tareas; con una soga trata de capturar los perros y aves de la casa y cuando llegan a los cuatro años, ya está a caballo y ayuda a guardar el ganado en el corral.
Fuerte el joven llanero para enfrentarse a las indómitas reses, se le lleva a la majada y se le monta sobre un fiero torete, de cara hacia el rabo que le sirve de brida, con las pequeñas piernas al cuello del animal que corre y gira dando furiosos saltos, y dura en esta extraña equitación de torbellino, agarrado con firmeza, temiendo los cuernos del animal, hasta que torciéndole hábilmente el rabo, mientras salta hacia atrás, derriba a su adversario.
Ya más fuerte y crecido, se le confia la peligrosa tarea de domar un potro salvaje, en cuyo ejercicio más de un muchacho queda estropeado, aunque cuente con los aparejos necesarios para esta terrible lucha contra el animal. Firmemente montado en el lomo y con un flexible chaparro en las manos, el aprendiz inicia su nuevo oficio y no se baja hasta que aquel quede perfectamente dominado.
Después de esto.... está terminada su educación y a partir de ese momento, toda su ambición consiste en rivalizar con sus compañeros en fuerza física, ante quienes luce sus indomables facultades cuando armado de un certero lazo, persigue los animales cerriles de la propiedad; y cuando el toro o el caballo intentan salvarse devorando veloces la llanura, lánzale el lazo para el que siempre está listo el jinete, y lo trae al corral. Cuando por la impetuosa carrera del animal la soga yerra su tiro, lo agarra por la cola y girando y corriendo bruscamente lo atrae hacia sí y lo derriba en el acto.
La majada es después de todo, la escuela en la que desde la infancia, aprende el llanero a vencer o a morir en las constantes luchas contra esa fiera de la creación. Ella es el verdadero circo olímpico donde la agilidad y la fuerza por lo que son tan afamados, son desplegadas durante las emocionantes operaciones llevadas a cabo sobre los indómitos ciudadanos de la sabanas: herrando y señalando los becerros, aserrando los cuernos de los toros furiosos y convirtiéndolos en bueyes para mejorar su carne y su temperamento."
Un niño de unos 4 años, que va a la escuela rural distante a su casa, identifica las aves, los peces, interpreta las señales de la naturaleza para saber si lloverá, si estan ajilando los peces, si hay algún peligro cercano, conoce las plantas, las que puede y no puede consumir, se trepa en los árboles con agilidad pasmosa, nada sin dificultad, pesca con pequeños anzuelos, no le teme a la oscuridad, soporta sin quejarse la plaga. Muchas veces carente de los mimos de una madre demasiado ocupada o simplemente desacostumbrada a expresar su amor de esa manera, se va haciendo fuerte y conocedor del medio, templando su carácter en una vida ruda pero que aprende a conocer con maestría.
Los niños de las fotos los conocí en Guayabal, tienen esa tierna inocencia y pureza de quien no está contaminado por la violencia de la televisión, viviendo alegremente y aprendiendo cada día de la misma naturaleza, amistosos y cariñosos aunque sin costumbre de ser besados o acariciados, asistiendo a una escuela lejana a la que llegan a veces caminando a campo traviesa, a veces en curiara si es invierno, a veces en el anca del caballo de algún trabajador, viven en un lugar sin luz eléctrica, en un medio duro y a veces inclemente. Muestran en la foto una artesanía para la pesca, con nylon y dos anzuelos. Niños venezolanos, niños llaneros del campo, muchachitos campesinos:
Autor: Luis Cruz
Intérprete: Salvador González
Muchachito campesino
flor de espinito llanero
retoño de los caminos
gabancito lagunero
gabancito lagunero.
tucusito del venero
muchachito campesino
que es la ilusión de mi pueblo
sabrá Dios si tu destino
será mi mismo sendero
porque yo fui campesino
igual que tú, compañero
igual que tú, compañero
Échale tierra en los ojos
échale cruz al camino
para que cuente su vida,
éste pobre campesino
éste pobre campesino
éste pobre campesino,
hermano de la franqueza
curruña de la miseria
piñero de la tristeza
échale tierra en los ojos
échale cruz al camino
para que cuente su vida,
éste pobre campesino
éste pobre campesino
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