Queremos completar la información sobre Doña Antonia Volcán, con un bellísimo artículo, escrito por el poeta Guillermo Jiménez Leal, y publicado en la revista Producciones Llano Records. Obuvimos autorización del poeta para publicar su escrito. Son palabras sencillas pero profundas con la magia de la poesía inmersa en cada una. Son palabras que reflejan lo que Doña Antonia sembró en los corazones de sus paisanos llaneros:
“Cuentan que venia de Apure adentro, de los barrancos del Capanaparo y que en un remanso contempló por primera vez su silueta india. Por aquí la vimos llegar con los muchachos por delante y un joropo que le estorbaba en las alpargatas antes de volvérsele flor en los labios.
Era retaca, caderúa y pura fibra, como buena apureña; el hablar resuelto de quien sabe lo que tiene y lo que quiere; el verbo sabroso del llanero entrenado y esa manera de expresarse ajena al amaneramiento y a la insipidez del habla común.
La recuerdo en una ocasión, cuando taconeaba un bordoneo del guate Pedro y la emoción la sacudió tanto que dijo en tono golpiao: -Maldito sea ese guate que no revienta esa vaina…..
Antonia Volcán era el llano mismo en su más genuina, pura y estupenda hondura; de llanera con sal, candela y gracia; chubasco que hace de una persona tinaja de agua fresca y clara, sombra de samán frondoso. Además, Antonia fue completa porque se volvía música, canto y baile al unísono. Respondía, sin equívocos, al registro del arpa o la bandola: los bordones le alborotaban los pies; las primas le azuleaban la copla y los tenoretes le sacaban el grito jubiloso entre cada tendida del romance.
Y no podía faltarle el inmenso corazón del llanero, la generosidad, el cobijamiento del paisano. En Barinas, donde bautizó su casa con las brisas de su carencia, el Capanaparo, todos teníamos techo, cariño y tanta cuerda que ella misma solía decir: -Aquí hay arpas pa´ asá una novilla...
La casa de Antonia era lugar de peregrinaje para los llaneros y para los enamorados del llano. Cada vez que arrancaba el joropo no había que rogarle para que, ente el aliñar del sancocho y el maceteo de la ropa en la batea, agarrara las maracas o gritara un pajarillo.
Antonia Volcán sigue presente como un rio de monte a monte, una flor de campanilla en la costa de un potrero, relincho de un potro en la noche ante el telón de las voces sabaneras. Antonia es un verso de Arvelo Torrealba y un refrán de Chico Jiménez; unos Diamantes de Eladio jornaleando en la guitarra del negro Tirso; un seis en la uña de Anselmo, con el clarín de Juan de los Santos. Antonia es la raza y corazón de todos nosotros."
¡Se nos fue Antonia Volcán....!
dijo tristón un llanero;
se quedó solo el estero,
sin bora ni alcaraván.
Los copleros cantarán
las puntas de su baquía
y la bandola porfía
pajueleando su quebranto
porque se quedó en el canto
la flor de la llanería
Guillermo Jiménez Leal
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