Esta relevante batalla efectuada en suelo barinés, significó un éxito de gran magnitud para el ejército de Ezequiel Zamora, Comandante de las fuerzas liberales durante la Federación. La narración de esta batalla podemos encontrarla ampliamente en internet y los libros, lo que no es tan sencillo conseguir, es la narración sencilla de ese suceso, en la pluma del excelente médico y escritor Barinés José León Tapia, a quien ya hemos reseñado con mucha admiración, por su escritura sencilla y el inmenso legado que nos ha dejado en muchos libros donde rescata para siempre, hechos sobre la historia de Barinas.
Construiremos pues, a Santa Inés con fragmentos de su libro POR AQUÍ PASÓ ZAMORA, y empezaremos ubicando al lector en esos tiempos y en los motivos por los que se formó esa revolución:
“Hoy escribimos lo que en realidad pasó en Barinas en 1859, aquel año de fuego, muerte y plomo, cuando pasó Ezequiel Zamora, con sus mesnadas de desarrapados”.
“Ese año sucedió todo: revolución, triunfo, esperanzas y frustración cuando el 10 de enero de 1860 cayó el líder en San Carlos, casi en la agonía del 59, sin amanecer el 60.”
Era alto y delgado de cuerpo, de nariz prominente, ojos azules y pelo castaño pasudo, como magistralmente lo describe don Laureano Villanueva. Menos de 30 años tenía, cuando en 1845 comenzaron la lucha profunda entre liberales arruinados y los oligarcas dueños del poder.
Vivía en Villa de Cura como pequeño comerciante, cuando empezó a hacerse eco de “El Venezolano” y la multitud de periódicos con que el Partido Liberal trataba de soliviantar a las masas, como única forma de defender sus intereses los criadores y agricultores quebrados por la carencia circulante y la tremenda Ley del 10 de abril de 1834.
Los ponía ésta en manos de banqueros y comerciantes, cuando no podían pagar sus deudas de préstamos con altísimos intereses, permitiendo la prisión y el embargo, con medidas perentorias, perfectamente respaldadas por la Ley y apoyadas por el Partido Conservador, que se nutría de los antiguos realistas que quedaban en el país y quienes habían regresado después de la guerra de la independencia para invertir y recuperar sus capitales confiscados y repartidos por El Libertador, como haberes militares, entre sus soldados.
Estos dos sectores: los que nada tenían y tanto se les había ofrecido, y los pequeños y medianos productores, acorralados por el agio y la usura, fueron el substrato del formidable movimiento cuyo símbolo fue la figura apasionada de Ezequiel Zamora."
"Pasaron 10 años. Sirvió en el Ejército regular de Monagas y luego de la caída de éste, después de su período personalista y autócrata, cuando la oligarquía recuperó plenamente el poder usando esta vez a Julián Castro, en la lista de expulsados como elementos peligrosos figura Zamora, al lado de su cuñado, amigo y jefe Juan Crisóstomo Falcón. Reapareciendo después del 20 de febrero de 1859, cuando aquel puñado de valientes tomó la guarnición de Coro, al grito de “Federación”.
Y allí empezó la campaña avasallante del General del Pueblo Soberano, cuando todos los esclavos, teóricamente libres por orden del Libertador y atados de nuevo por la reciente Ley de Manumisión, los soldados patriotas o sus descendientes, con bonos de propiedad en las manos que nadie reconocía, teniendo que venderlos muchas veces a sus antiguos generales, ahora servidores del partido Conservador, le siguieron ciegamente.
Toda aquella gente que acompañó a Boves, quien les ofreció reivindicaciones y los bienes de los blancos, luchando en nombre de un rey a quien no conocían, solamente por hacerlo en contra de sus antiguos amos que iniciaron la independencia, todos esos hombres que por el genio prodigioso de Bolívar y la influencia telúrica del Mayordomo Páez, del Yagual y Mata de Miel, habían aprendido lo que era Patria y dado a la Guerra de Independencia verdadero sentido nacionalista, apartado de los motivos económicos de su inicio, ahora desesperanzados y sin caudillo, buscaban una luz en la oscuridad de la opresión a que eran sometidos de nuevo por las antiguas clases dominantes que habían vuelto por sus fueros. Encontraron ellos en Ezequiel Zamora la ilusión de una Patria mejor y la motivación para recomenzar la lucha.
Toda la Provincia de Barinas estuvo con él “Y cuando unió sus tropas con el General Falcón, para encaminarse a la batalla definitiva, que decidiría la suerte de la República, en aquel pueblecito escondido en las márgenes del río Santo Domingo que se llamaba Santa Inés, pasó revista a un formidable ejército de miles de soldados voluntarios del pueblo soberano, quienes con el corazón rebelde de los oprimidos cantaban las frases del himno vibrante de la Revolución Federal:
El cielo encapotado
Anuncia tempestades
Y el sol tras de las nubes
Pierde su claridad
Oligarcas temblad
Viva la libertad
Marchemos liberales
En recia multitud
A romper las cadenas
De vil esclavitud
La espada redentora
Del general Falcón
Confunde al enemigo
De la Revolución
Las tropas de Zamora
Al toque del clarín
Derrotan las brigadas
Del godo malandrín
Aviva la candela
El viento barinés
Y al sol de la victoria
Alumbra Santa Inés.
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