Es el milagro la boca
para el beso inmaculado,
y un milagro de caricias
está espigando en la mano,
cuando una blanca paloma
anuncia desde lo alto
al amor de los amores,
el milagro de milagros
El milagro es el susurro
de la sangre en pecho franco
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ROMANCERO DE LA COROMOTO: JUAN SANCHEZ (3/4); ROMANCERO DE LA COROMOTO: LA MUERTE DEL CACIQUE (4/4), EL SANTUARIO DE LA COROMOTO; LA QUEBRADA DE LA VIRGEN
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En el Romance que se transcribe a continuación, el poeta Luis Barrios Cruz, sigue narrando la historia en versos. Juan Sánchez, hombre bondadoso y devoto, rescató de la ira del cacique Coromoto, la santa imagen que dejó la Virgen en sus manos:
JUAN SANCHEZ
La gente coromotana
Cuando vino de la selva,
Ganosa de agua bendita
La ensombrecida cabeza,
Se reunió con Juan Sanchez,
Hombre de sana conciencia,
Cuerpo firme en el trabajo,
Alma templada y serena,
El corazón en la mano
Para la amistad sincera
Y valiente cual ninguno
Para aceptar la refriega,
Hombre de completa hechura
Para la cristiana empresa.
Juan Sánchez la flor y nata
De los pobladores era.
En dar, cifraba su dicha
Y dar, formaba su lema.
Daba techo al peregrino,
Agua a la boca sedienta,
Y si alguien las requería
Daba la vida y la hacienda,
Pero daba sobre todo
El pan de palabras buenas,
Las palabras de ternura
En las pálidas tristezas,
Las palabras sanadoras
A las ánimas entecas,
Las palabras florecidas
Sobre las áridas lleras,
Fuego de palabras puras
Para quemar las tinieblas.
A la casa de Juan Sánchez,
La principal de la aldea,
Todo morador acude
Así en horas de inclemencia
Cuando se agitan los hombres
Entre dudas y miserias,
Como en las horas benignas
Cuando se agranda la siembra,
Cuando hay furruco y maracas
Al aire de Noche Buena
O por Santus Corpus Christi
Con campanas vocincleras,
Cuando no muere un borrico
O un niño nace en la selva.
Cuando vino de la selva,
Ganosa de agua bendita
La ensombrecida cabeza,
Se reunió con Juan Sanchez,
Hombre de sana conciencia,
Cuerpo firme en el trabajo,
Alma templada y serena,
El corazón en la mano
Para la amistad sincera
Y valiente cual ninguno
Para aceptar la refriega,
Hombre de completa hechura
Para la cristiana empresa.
Juan Sánchez la flor y nata
De los pobladores era.
En dar, cifraba su dicha
Y dar, formaba su lema.
Daba techo al peregrino,
Agua a la boca sedienta,
Y si alguien las requería
Daba la vida y la hacienda,
Pero daba sobre todo
El pan de palabras buenas,
Las palabras de ternura
En las pálidas tristezas,
Las palabras sanadoras
A las ánimas entecas,
Las palabras florecidas
Sobre las áridas lleras,
Fuego de palabras puras
Para quemar las tinieblas.
A la casa de Juan Sánchez,
La principal de la aldea,
Todo morador acude
Así en horas de inclemencia
Cuando se agitan los hombres
Entre dudas y miserias,
Como en las horas benignas
Cuando se agranda la siembra,
Cuando hay furruco y maracas
Al aire de Noche Buena
O por Santus Corpus Christi
Con campanas vocincleras,
Cuando no muere un borrico
O un niño nace en la selva.
A la casa de Juan Sánchez,
En desalada carrera
Un indiecito del grupo
De los Coromoto llega,
Con la exaltada noticia
De la trágica reyerta
En la choza del cacique
Entre el cacique y la bella
Señora de los prodigios
En coromotanas tierras
El indiecito a Juan Sánchez
La vívida historia cuenta
Y con palabras henchidas
De humilde fervor le ruega
Que presto vaya a la choza
Antes de arder la candela
Para impedir que la Virgen
En ceniza se convierta.
El indiecito conoce
El lugar donde la fiera
Mano del cacique oculta
Dejó la imagen excelsa,
Y sigiloso, de ardilla
Montaráz la ligereza,
Con el bueno de Juan Sánchez
A la cabaña se acerca
Juan Sánchez toma la imagen
Y parte feliz con ella,
Sintiendo que el corazón
Sus repiques acelera,
Entre tanto el indiecito
Una oración balbucea
Y de la cima nocturna
Al campo bajan estrellas
Y Juan Sánchez, en su casa en Soropo, ofreció el primer altar a la Santa Virgen. Allí a ese altarcito sencillo alumbrado con velas y adornado con flores silvestres , empezaron a llegar las gentes, con sus ruegos y peticiones y empezaron a ocurrir los milagros: una ciega, una muda, un bien perdido, una cosecha...... Allí empezó la tradición
En desalada carrera
Un indiecito del grupo
De los Coromoto llega,
Con la exaltada noticia
De la trágica reyerta
En la choza del cacique
Entre el cacique y la bella
Señora de los prodigios
En coromotanas tierras
El indiecito a Juan Sánchez
La vívida historia cuenta
Y con palabras henchidas
De humilde fervor le ruega
Que presto vaya a la choza
Antes de arder la candela
Para impedir que la Virgen
En ceniza se convierta.
El indiecito conoce
El lugar donde la fiera
Mano del cacique oculta
Dejó la imagen excelsa,
Y sigiloso, de ardilla
Montaráz la ligereza,
Con el bueno de Juan Sánchez
A la cabaña se acerca
Juan Sánchez toma la imagen
Y parte feliz con ella,
Sintiendo que el corazón
Sus repiques acelera,
Entre tanto el indiecito
Una oración balbucea
Y de la cima nocturna
Al campo bajan estrellas
Y Juan Sánchez, en su casa en Soropo, ofreció el primer altar a la Santa Virgen. Allí a ese altarcito sencillo alumbrado con velas y adornado con flores silvestres , empezaron a llegar las gentes, con sus ruegos y peticiones y empezaron a ocurrir los milagros: una ciega, una muda, un bien perdido, una cosecha...... Allí empezó la tradición
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