del labrador en el campo
del minero sudoroso
en el turbio subterráneo.
Del pescador renegrido
enelgolfo solitario.
Del artista sitibundo
sobre el secreto del cuadro,
sobre la arcilla incipiente,
sobre la frialdad del mármol,
sobre las notas dispersas
y sobre la foja en blanco.
Este es el cuarto romance que hemos seleccionado de la obra del poeta Luis Barrios Cruz dedicada a nuestra patrona: Romancero de la Coromoto, conformado por 18 Romances que cuentan la historia. Habla de cómo , al final de su vida, el cacique hizo a un lado su rebeldía y creyó fervientemente en la Virgen y se convirtió a la religión cristiana
MUERTE DEL CACIQUE
El iracundo cacique
Tras aquella triste noche
De su trágica pendencia
Con la Virgen, desconoce
Que suerte corrió la imagen
Cuando la retuvo entonces:
Si la escondió lo recuerda,
Pero no recuerda dónde
Colmillos de la soberbia
Cual de váquira en el monte,
Al cacique la indomable
Alma tétrica le roen,
Porque no da con su presa
Codiciada y vive insomne
En búsqueda interminable
Por zarzales y mogotes.
No sabe, no sabe el indio
Que si en todas partes ponen
La Divinidad su imagen,
Cuando ignoramos el goce
De la gracia no se encuentra,
Por más que se busque al trote,
En parte alguna del mundo
De tintes engañadores,
Si no se mira hacia adentro
En su corazón de hombre.
Un único pensamiento
La mente del indio acoge:
Irse lejos, escaparse
De estas hostiles regiones
Hacia mas profunda selva
Y allí quedarse a la postre
Con sus ídolos antiguos,
con su flecha y su garrote,
con su fogata nocturna
su guarura y sus tambores.
El cacique para el viaje
A si gengte le da órdenes
Y con severa palabra
Vibrante como de bronce,
Mostrando el robusto pecho
Erguido como de roble,
Le dice en tono altanero,
Invocando al viejo tótem.
Que cuando la fiel guacaba
Su canto a la tarde entone,
Todos se pongan en marcha
Al través de oscuro monte
Con direccion a las tierras
Inexploradas en donde
Se avecindaron antaño
Los tatarabuelos Cospes
Así lo hacen , El postrero
Trozo de cielo se esconde
Encima de la arboleda
Pasmada y negra de noche,
Y al penetrar en el rumbo
De la quebrada sin nombre
En cuyas aguas la Virgen
Le mostró sus resplandores,
El cacique eleva el puño
Amenazante y escoge
De todas las mas hirientes
Flechas de sus maldiciones
Tras aquella triste noche
De su trágica pendencia
Con la Virgen, desconoce
Que suerte corrió la imagen
Cuando la retuvo entonces:
Si la escondió lo recuerda,
Pero no recuerda dónde
Colmillos de la soberbia
Cual de váquira en el monte,
Al cacique la indomable
Alma tétrica le roen,
Porque no da con su presa
Codiciada y vive insomne
En búsqueda interminable
Por zarzales y mogotes.
No sabe, no sabe el indio
Que si en todas partes ponen
La Divinidad su imagen,
Cuando ignoramos el goce
De la gracia no se encuentra,
Por más que se busque al trote,
En parte alguna del mundo
De tintes engañadores,
Si no se mira hacia adentro
En su corazón de hombre.
Un único pensamiento
La mente del indio acoge:
Irse lejos, escaparse
De estas hostiles regiones
Hacia mas profunda selva
Y allí quedarse a la postre
Con sus ídolos antiguos,
con su flecha y su garrote,
con su fogata nocturna
su guarura y sus tambores.
El cacique para el viaje
A si gengte le da órdenes
Y con severa palabra
Vibrante como de bronce,
Mostrando el robusto pecho
Erguido como de roble,
Le dice en tono altanero,
Invocando al viejo tótem.
Que cuando la fiel guacaba
Su canto a la tarde entone,
Todos se pongan en marcha
Al través de oscuro monte
Con direccion a las tierras
Inexploradas en donde
Se avecindaron antaño
Los tatarabuelos Cospes
Así lo hacen , El postrero
Trozo de cielo se esconde
Encima de la arboleda
Pasmada y negra de noche,
Y al penetrar en el rumbo
De la quebrada sin nombre
En cuyas aguas la Virgen
Le mostró sus resplandores,
El cacique eleva el puño
Amenazante y escoge
De todas las mas hirientes
Flechas de sus maldiciones
A paso largo de fuga
Cortando la media noche,
La caravana en silencio
Camina de bosque en bosque.
Pero de pronto el cacique
Detiénese y lanza voces
De auxilio entre las tinieblas
Que ferozmente recorre,
Pues una traidora sierpe
Le ha alcanzado los talones
Sobre la seroja densa
Se debate en estertores
El derrotado cacique,
Mientras mujeres y hombres
De su tribu le rodean
Para ensalmarles veloces,
Y a distancia la serpiente
Madre de las maldiciones
Y madrastra de las culpas,
Tras dos mordidas atroces
Muestra los ojos brillantes
Como encendidos carbones
Entre la sombra siniestra,
Entre el miedo y los dolores
Entonces mira hacia adentro
En su corazón el hombre
Y se topa con la imagen
De la Virgen de los goces,
Pide que le viertan agua
En la frente, que le entonen
Cánticos angelicales,
Que bálsamo de oraciones
Le pongan en las heridas
Y velas a sur y norte
Para morir, para un dulce
Morir bajo resplandores
Palabras de humildes gentes
Dicen que a través del monte
El ánima del cacique
Fuése a célicas regiones,
Y ahora brilla en lo alto
Como un sol entre mil soles
Si se mira con certeza
En altar pleno de flores
Una lámpara encendida
Por Juan Sánchez desde entonces,
Y su llama no se extingue
Pues arde en los corazónes
A Guanare va la Virgen
Y a Guanare llega plácida,
Gloriosa con sus promesas,
Con sus flores y su lámpara
Gloriosa como la fruta
Cuando madura en la rama,
Como la aurora gloriosa
Cuando las sombras aclara,
Gloriosa como la nube
Si el viento corre sin pausa
Pues todo viene a su hora
Según el Creador lo manda
Cortando la media noche,
La caravana en silencio
Camina de bosque en bosque.
Pero de pronto el cacique
Detiénese y lanza voces
De auxilio entre las tinieblas
Que ferozmente recorre,
Pues una traidora sierpe
Le ha alcanzado los talones
Sobre la seroja densa
Se debate en estertores
El derrotado cacique,
Mientras mujeres y hombres
De su tribu le rodean
Para ensalmarles veloces,
Y a distancia la serpiente
Madre de las maldiciones
Y madrastra de las culpas,
Tras dos mordidas atroces
Muestra los ojos brillantes
Como encendidos carbones
Entre la sombra siniestra,
Entre el miedo y los dolores
Entonces mira hacia adentro
En su corazón el hombre
Y se topa con la imagen
De la Virgen de los goces,
Pide que le viertan agua
En la frente, que le entonen
Cánticos angelicales,
Que bálsamo de oraciones
Le pongan en las heridas
Y velas a sur y norte
Para morir, para un dulce
Morir bajo resplandores
Palabras de humildes gentes
Dicen que a través del monte
El ánima del cacique
Fuése a célicas regiones,
Y ahora brilla en lo alto
Como un sol entre mil soles
Si se mira con certeza
En altar pleno de flores
Una lámpara encendida
Por Juan Sánchez desde entonces,
Y su llama no se extingue
Pues arde en los corazónes
A Guanare va la Virgen
Y a Guanare llega plácida,
Gloriosa con sus promesas,
Con sus flores y su lámpara
Gloriosa como la fruta
Cuando madura en la rama,
Como la aurora gloriosa
Cuando las sombras aclara,
Gloriosa como la nube
Si el viento corre sin pausa
Pues todo viene a su hora
Según el Creador lo manda
Cuenta la historia, que Diego Lozano, sacerdote no creyó a Juan Sánchez de la aparición de la Virgen y la autenticidad de la imagen que tenía en su altarcito, ni en los milagros que hacía. Finalmente llegó al convencimiento y se dirige en su mula a casa de Juan Sánchez “la izquierda mano con flores/la diestra con una lámpara/ una súplica en los ojos/ y una promesa en el alma”
Encendió su lámpara y se postró ante la imagen que fue trasladada a Guanare como su casa definitiva
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