Francisco Castillo Serrano
Lecturas del Apure Legendario
Eran los últimos días de la oligarquía (1863-1868), aún los apureños no habían disfrutado después de tantas guerras, ni las ventajas de la autonomía, ni los beneficios que con el triunfo de la causa de Juan Crisóstomo Falcón, se decía disfrutaría el país.
Apure formaba parte del Estado Federal Zamora, constituido por los territorios de los hoy estados: Apure y Barinas, oficializado el 14 de noviembre de 1862 y cuya capital fue Barinas. Eran tiempos de revueltas; familias pobres, hundidas durante años en la miseria, a cuyos hombres la Guerra Federal sacó de sus conucos y no regresaron; fueron para quedarse, analfabetos, vastos, groseros, pero con sus presillas de generales y coroneles de la "feberacion", que habiendo saboreado las delicias de la pólvora que da poder y riquezas dirigieron sus vidas hacia otros destinos. Ya lo había dicho en su lengua iletrada el general Nicolás Patiño, quien llegó a ser uno de los primeros presidentes del Estado Lara: -Federación quiere decir que yo mando en el estado de yo.
Entonces se encontraban en aquellos pueblos personas a quienes se entregaba discrecionalmente la autoridad civil, y no se permitía a ningún ciudadano contrariar alguna de sus disposiciones y menos evadirlas aún con la razón. El pago de multas pecuniarias era el pan nuestro de cada día que por faltas baladíes imponían los representantes del gobierno a los demás mortales; imaginen que el general y doctor Hernán Febres Cordero, presidente del Estado Apure, designó en Palmarito como su jefe civil a un sujeto llamado Joaquín Santos, despreciable y criminal. Cuentan que ejerciendo sus funciones, en una ocasión metió en una jaula de alambre de púas a un preso, desnudo y acompañado de una serpiente de cascabel a la cual se irritaba con un palo para que mordiera al detenido. Que tiempos difíciles donde la máxima era como dijo el benemérito: "el poder nace de la boca de un fusil".
De manera que el gobierno estableció en San Antonio de Guachara una lotería de figuras como contribución de los vecinos para quien ejercía el cargo de primera autoridad en el poblado, lo cierto fue que la misma era cantada por el propio jefe civil, con el fin, muy meditado por cierto, de que nadie se fuera sin pagar y que quien intentara infringir esta disposición sufriera multas o el correspondiente arresto proporcional muy común por aquellos días.
Cierta noche llegó a Guachara don Pedro Mario Espinoza, procedente de su fundación, bien distante del pueblo por cierto, y con el fin de quemar tiempo, pues el fastidio lo mataba, se fue al local de la lotería y tomó una tabla; perdió la primera jugada, la segunda, la tercera y así sucesivamente hasta la décima, pero como hombre malicioso, prudente y a la vez veterano se propuso averiguar con el jefe civil, cantador de la lotería, cuál era el motivo de sus repetidas perdidas y a tal efecto pidió revisión de las fichas. Satisfecha su exigencia por la autoridad vio con sorpresa que no aparecía en las fichas la figura de un hombre viejo y preguntando la causa, el Jefe Civil le contestó:
-¡ Es que Ud. no es de esta tierra..! Aquí las cosas son contrarias y tienen nombres distintos a la de los pueblos donde Ud. ha vivido.
Y diciéndole esto le mostró una ficha con la figura de un reverbero, agregando:
-Cuando yo cante esta ficha, Ud. marca el hombre viejo; eso es cuestión ya convenida entre todos las personas de este pueblo.
Ante tal razonamiento se retiró don Pedro Mario no muy convencido, pero diciendo para sí: ¿En que podrá parecerse un hombre viejo a un reverbero..?
Apure formaba parte del Estado Federal Zamora, constituido por los territorios de los hoy estados: Apure y Barinas, oficializado el 14 de noviembre de 1862 y cuya capital fue Barinas. Eran tiempos de revueltas; familias pobres, hundidas durante años en la miseria, a cuyos hombres la Guerra Federal sacó de sus conucos y no regresaron; fueron para quedarse, analfabetos, vastos, groseros, pero con sus presillas de generales y coroneles de la "feberacion", que habiendo saboreado las delicias de la pólvora que da poder y riquezas dirigieron sus vidas hacia otros destinos. Ya lo había dicho en su lengua iletrada el general Nicolás Patiño, quien llegó a ser uno de los primeros presidentes del Estado Lara: -Federación quiere decir que yo mando en el estado de yo.
Entonces se encontraban en aquellos pueblos personas a quienes se entregaba discrecionalmente la autoridad civil, y no se permitía a ningún ciudadano contrariar alguna de sus disposiciones y menos evadirlas aún con la razón. El pago de multas pecuniarias era el pan nuestro de cada día que por faltas baladíes imponían los representantes del gobierno a los demás mortales; imaginen que el general y doctor Hernán Febres Cordero, presidente del Estado Apure, designó en Palmarito como su jefe civil a un sujeto llamado Joaquín Santos, despreciable y criminal. Cuentan que ejerciendo sus funciones, en una ocasión metió en una jaula de alambre de púas a un preso, desnudo y acompañado de una serpiente de cascabel a la cual se irritaba con un palo para que mordiera al detenido. Que tiempos difíciles donde la máxima era como dijo el benemérito: "el poder nace de la boca de un fusil".
De manera que el gobierno estableció en San Antonio de Guachara una lotería de figuras como contribución de los vecinos para quien ejercía el cargo de primera autoridad en el poblado, lo cierto fue que la misma era cantada por el propio jefe civil, con el fin, muy meditado por cierto, de que nadie se fuera sin pagar y que quien intentara infringir esta disposición sufriera multas o el correspondiente arresto proporcional muy común por aquellos días.
Cierta noche llegó a Guachara don Pedro Mario Espinoza, procedente de su fundación, bien distante del pueblo por cierto, y con el fin de quemar tiempo, pues el fastidio lo mataba, se fue al local de la lotería y tomó una tabla; perdió la primera jugada, la segunda, la tercera y así sucesivamente hasta la décima, pero como hombre malicioso, prudente y a la vez veterano se propuso averiguar con el jefe civil, cantador de la lotería, cuál era el motivo de sus repetidas perdidas y a tal efecto pidió revisión de las fichas. Satisfecha su exigencia por la autoridad vio con sorpresa que no aparecía en las fichas la figura de un hombre viejo y preguntando la causa, el Jefe Civil le contestó:
-¡ Es que Ud. no es de esta tierra..! Aquí las cosas son contrarias y tienen nombres distintos a la de los pueblos donde Ud. ha vivido.
Y diciéndole esto le mostró una ficha con la figura de un reverbero, agregando:
-Cuando yo cante esta ficha, Ud. marca el hombre viejo; eso es cuestión ya convenida entre todos las personas de este pueblo.
Ante tal razonamiento se retiró don Pedro Mario no muy convencido, pero diciendo para sí: ¿En que podrá parecerse un hombre viejo a un reverbero..?
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