Garcita: Entre Querencia y Comedero!!!
Baquiano
Omar Carrero A.
Garcita 2009
Cuando el Orinoco se hincha, sus afluentes llaneros no pueden rendirle por lo que tienden a represarse y a “correr hacia arriba” inundando las sabanas del bajo llano pues las aguas entran en caos, uniéndose las de uno y otro río a través de caños e hileros. Es en estos lugares donde el llano forma un “hueco” por debajo de los 50 m que el sabio Humboldt llamó el “delta interno”. Las partes relativamente más altas conforman isletas libres de las inundaciones siendo ocupadas por algunos caseríos. Allí los pastos permanecen verdes aún en la época de sequía, un hecho que fue aprovechado en tiempos pasados por los productores del llano central guariqueño para apacentar sus rebaños, carentes de alimento en sus medanales desiertos. Aún se recuerdan los rebaños trashumantes que ocupaban isletas como las de Apurito, Arichuna, Rabanal, Guamalito y Garcita, entre otras.
Esta última, tal vez una de las más nombradas, se encuentra enfrente de la confluencia de los ríos Apurito y Guariquito; por su centro corre El Cántaro, un caño de aguas claras que mantiene vivo a los pajales. Garcita se gana por agua o por tierra dependiendo de la voluntad de los vientos alisios. En verano o en invierno se puede llegar desde Cabruta, ya por una trocha o por el Apure-Apurito. En invierno también se puede llegar desde Cazorla navegando por el caño San Bartolo que fluye en el Apurito. Los dos trayectos son portentosos por la variedad de paisajes y fauna que se presenta en el recorrido. Hemos tenido la ocasión de hacer estas dos “itineras” en compañía de los profesores Manuel Costa, Leonardo Lugo y José “Coco” Guevara, este último, doctorante de la española Universidad de Valencia.
El viaje iniciado en Cabruta nos puso en contacto con este pueblo de desvarío donde la vida transcurre en el apuro de un comercio acelerado marcado por la presencia de numerosas embarcaciones amarradas en la barranca del Orinoco, el hijo de muchos ríos de Venezuela y Colombia, ahora muy menguado porque para la época de abril registra los niveles más bajos en su régimen hidrológico.
Desde este poblado hicimos contacto con el llano guariqueño que se presenta impactante por la vistosidad de sus sabanas, esteros, médanos y palmares, así como por la fauna que ocupa esos espacios. Andar por estos parajes requiere de la vista experta de un baquiano ya que las trochas se multiplican, se anastomosan y se separan, en un intento por esquivar los médanos enterrados. En la lejura los médanos activos reflectan en el medio de la sabana; aparecen lagunas que semejan espejismos que se materializan por presencia de numerosas de aves vadeadoras; bosques de galería que como fieles amigos siguen el curso de los caños, en los que el saladillo, el uvero y el guamo chiguo constituyen la constante vegetal. Los vehículos unas veces ruedan sobre suelos tan arenosos que siempre están expuestos al atasque y otras, sobre suelos limosos donde las polvaredas que se levantan a su paso semejan la neblina de los páramos. Se encuentran los cauces secos de caños de aguas estacionales o de ríos cortados por el verano como el Aguaro, que sólo conservan algunos pozos providenciales para el refugio de la fauna entre la que se pueden destacar las aves multicolores, lagartos, serpientes y quelonios.
La palma llanera conforma densas comunidades que verdean en el aire difuminando la mustiedad del paisaje. Entre tantas miles de estas palmas se distinguió a una que tronchó la regla del monopodio que caracteriza a estas plantas al presentarse bifurcada, una rareza conocida en el llano como palma horquetiá o palma de dos guías. En la pata de esta palma Pedro nuestro baquiano, como buen apureño nos señala que “ahí mismito está Garcita” un pueblo guariqueño muchas veces cantado. En ese momento, obnubilados por la niebla de limo no percatamos que los apureños acostumbrados a estar siempre en el medio de un enorme círculo todo lo ven cerca, por lo que para ellos las cosas siempre están “ahí mismito”. Pensando en la proximidad del poblado decidimos acercarnos para sentir personalmente qué fuerza movió a Simón Díaz y Ángel Custodio Loyola a cantarle bonito.
Teníamos referencias de Garcita a través de esa mata de llaneridad representada en el poeta Ángel Eduardo Acevedo, nativo de este Caserío pero ahora apersogado a la Universidad de Mérida. El Poeta Acevedo como se le conoce en los medios literarios es también ensayista, violinista y cantautor y tiene en su haber varios premios de Poesía así como un disco editado junto con Simón Díaz (De Garcita a La Culebra). Desde la serrana Mérida veíamos lejana la oportunidad de conocer Garcita, por eso ahora que estábamos “allí mismito” no lo pensamos dos veces para acercarnos. El “allí mismito” del baquiano se nos alarga mucho, quizás más por la ansiedad que por la distancia. Fue entonces cuando nos acordamos de Simón, quien seguramente en un trance similar y recordando que la presencia regular del aguaitacamino al borde de las vías se usa figurativamente como un “cuenta-pasos”, escribió en estrofa, “que mucho aguaitacamino, te faltan para llegar”. Ya ajustados a este “medidor de distancias” seguimos el recorrido para ver como después del último aguaitacamino apareció Garcita!!!
En un principio no percatábamos la realidad porque el caserío, sometido al efecto de las tolvaneras
aparecía desvanecido, pero llegando a él pudimos con sorpresa reparar que el pueblo es realmente borroso!! Quince remedos de casa alineadas frente al río en medio de una atmósfera reverberante. Viejos techos de palma arqueados por el peso del tiempo y sostenidos por altas paredes de bahareque tapizadas por un pañete salido de la mezcolanza de bosta de vaca con paja. Sobre el tono pardo del pañete aparece a considerable altura, tal vez de 1,50 metros, la marca gris de un zócalo esta vez no hecho por el hombre sino por las aguas del río. Es la línea que señala el nivel de inundación que dejan las aguas de los ríos Guariquito y Apurito que
frente al poblado se confunden en uno.
En época de invierno el Orinoco al represar a sus afluentes llaneros los obliga a ocupar espacios de la sabana, es entonces cuando todos los caños y ríos de esa enorme cubeta se enmarañan convirtiendo al Costo Orinoco en un mar interior. El derramamiento de las aguas sobre el caserío fuerza la salida de sus habitantes hacia los médanos vecinos, especialmente a los más altos y grandes como Médano de Gómez. Otros prefieren quedarse en ranchos que construyen sobre rústicas falúas amarradas frente al poblado.
En época de estío una pequeña bodega suple las necesidades de unos cuarenta vecinos, entre los que figuran el comisario, el guardaparques, el maestro y el amigo Coronado, dueño de la bodega, todos acompañados de un puñado de gallinas y cochinos que sin las restricciones de chiquero campean libremente. Una punta de ganado aguarda en los corrales el mejor momento para ser llevada a tierras apureñas en busca de pastura fresca. En la playa, frente al río cuatro canoas esperan tranquilamente la llegada de las lluvias para salir de su letargo.
Dos canciones de corte llanero dieron a conocer a Garcita, la primera de Ángel Custodio Loyola llamada El Socorreño en la que el célebre cantor guariqueño al mencionar los pueblos de su estado dice en una de sus coplas: “si acaso vas al Socorro – no olvides La Guasimita – y este verano que viene – me llegaré hasta Garcita”
La otra “Garcita” es una sentida tonada creada por Simón Díaz de la cual se comenta que el Maestro la compuso como demostración de su amistad hacia el poeta garciteño y preciado amigo Ángel Eduardo Acevedo con quien ha sido trochero del mismo rumbo en el canto y la versación. El auténtico sentido de la composición sólo se entiende sí se conoce al Caserío y a su entorno.
Como se dijo anteriormente, durante los fuertes meses de verano las sabanas arenosas del centro del Guárico se asemejan a un desierto, obligando a los Hateros a movilizar sus ganados hacia el sur en donde están los pastos verdes que sirven de “comederos”.
“Me voy camino a Garcita - Donde están los comederos - donde la palma y el río -
aumentan mi desespero”.
Pero allí también en época de invierno los ríos desbordados inundan sabanas y palmares durante largo tiempo, obligando a los habitantes del Caserío a buscar refugio en los médanos vecinos o en ranchos flotantes asentados sobre falúas, sin duda un hecho que inspiró la copla:
“Río crecido, río crecido - rebaja tu tempestad - que los chinchorros de noche - se mueren de soledad”
La trashumancia hacia el sur se cumplía a comienzos del verano cuando los pastizales del centro guariqueño daban paso al desierto de los medanales en los que apenas aparecen algunos palmares y lagunas, que presumen de oasis. En este lance es donde Simón, ubicándose como dueño de hato recomienda al Cabrestero: “ bebe cabrestero – bebe de mi morichal" – indicándole además que la travesía será larga ya “que mucho aguaitacamino – te faltan para llegar”, mostrando aquí en una hermosa aproximación, cómo se miden las distancias con la presencia de los aguaitacaminos apostados regularmente a la vera de los senderos.
Ya en una última copla parece que Simón hace referencia a Fruta e´ palma, su vaquita de ordeño a la que busca todas las tardes en su comedero para asegurar así la leche mañanera. Regresar al caserío en compañía de esta vaquita significa que su esfuerzo y sudor será gratamente recompensado en la totuma espumosa que le asegura la cuajada del desayuno. “Fruta ’e palma, fruta ’e palma - acompáñame al andar - que contigo y mis sudores - es más bonito llegar”
En esta reseña se intenta pintar a Garcita, un pueblo atípico sito dentro del llano más bajo, en el que la gente se ve obligada al trasiego periódico para ajustarse a la dinámica de las aguas. Se resalta la inmensa fuerza topofílica de los garciteños a través de la manera vívida como expresan la querencia de llaneros por su terruño, especialmente los habitantes de este Caserío que no se sienten desesperados en esas soledades ni por la palma ni por el río, sus eternos acompañantes.!!!
Desde este poblado hicimos contacto con el llano guariqueño que se presenta impactante por la vistosidad de sus sabanas, esteros, médanos y palmares, así como por la fauna que ocupa esos espacios. Andar por estos parajes requiere de la vista experta de un baquiano ya que las trochas se multiplican, se anastomosan y se separan, en un intento por esquivar los médanos enterrados. En la lejura los médanos activos reflectan en el medio de la sabana; aparecen lagunas que semejan espejismos que se materializan por presencia de numerosas de aves vadeadoras; bosques de galería que como fieles amigos siguen el curso de los caños, en los que el saladillo, el uvero y el guamo chiguo constituyen la constante vegetal. Los vehículos unas veces ruedan sobre suelos tan arenosos que siempre están expuestos al atasque y otras, sobre suelos limosos donde las polvaredas que se levantan a su paso semejan la neblina de los páramos. Se encuentran los cauces secos de caños de aguas estacionales o de ríos cortados por el verano como el Aguaro, que sólo conservan algunos pozos providenciales para el refugio de la fauna entre la que se pueden destacar las aves multicolores, lagartos, serpientes y quelonios.
El Profesor Omar Carrero en una palma de dos guías, camino a Garcita |
Teníamos referencias de Garcita a través de esa mata de llaneridad representada en el poeta Ángel Eduardo Acevedo, nativo de este Caserío pero ahora apersogado a la Universidad de Mérida. El Poeta Acevedo como se le conoce en los medios literarios es también ensayista, violinista y cantautor y tiene en su haber varios premios de Poesía así como un disco editado junto con Simón Díaz (De Garcita a La Culebra). Desde la serrana Mérida veíamos lejana la oportunidad de conocer Garcita, por eso ahora que estábamos “allí mismito” no lo pensamos dos veces para acercarnos. El “allí mismito” del baquiano se nos alarga mucho, quizás más por la ansiedad que por la distancia. Fue entonces cuando nos acordamos de Simón, quien seguramente en un trance similar y recordando que la presencia regular del aguaitacamino al borde de las vías se usa figurativamente como un “cuenta-pasos”, escribió en estrofa, “que mucho aguaitacamino, te faltan para llegar”. Ya ajustados a este “medidor de distancias” seguimos el recorrido para ver como después del último aguaitacamino apareció Garcita!!!
En un principio no percatábamos la realidad porque el caserío, sometido al efecto de las tolvaneras
Perfil de Garcita frente al Apurito. Foto: Coco Guevara |
Efectos de la inundacion visibles en la casa. Foto: Coco Guevara |
En época de estío una pequeña bodega suple las necesidades de unos cuarenta vecinos, entre los que figuran el comisario, el guardaparques, el maestro y el amigo Coronado, dueño de la bodega, todos acompañados de un puñado de gallinas y cochinos que sin las restricciones de chiquero campean libremente. Una punta de ganado aguarda en los corrales el mejor momento para ser llevada a tierras apureñas en busca de pastura fresca. En la playa, frente al río cuatro canoas esperan tranquilamente la llegada de las lluvias para salir de su letargo.
Garcita. Foto: Coco Guevara |
La trashumancia hacia el sur se cumplía a comienzos del verano cuando los pastizales del centro guariqueño daban paso al desierto de los medanales en los que apenas aparecen algunos palmares y lagunas, que presumen de oasis. En este lance es donde Simón, ubicándose como dueño de hato recomienda al Cabrestero: “ bebe cabrestero – bebe de mi morichal" – indicándole además que la travesía será larga ya “que mucho aguaitacamino – te faltan para llegar”, mostrando aquí en una hermosa aproximación, cómo se miden las distancias con la presencia de los aguaitacaminos apostados regularmente a la vera de los senderos.
Ganado esperando ser trasladado a Apure. Foto: Coco Guevara |
Ya en una última copla parece que Simón hace referencia a Fruta e´ palma, su vaquita de ordeño a la que busca todas las tardes en su comedero para asegurar así la leche mañanera. Regresar al caserío en compañía de esta vaquita significa que su esfuerzo y sudor será gratamente recompensado en la totuma espumosa que le asegura la cuajada del desayuno. “Fruta ’e palma, fruta ’e palma - acompáñame al andar - que contigo y mis sudores - es más bonito llegar”
En esta reseña se intenta pintar a Garcita, un pueblo atípico sito dentro del llano más bajo, en el que la gente se ve obligada al trasiego periódico para ajustarse a la dinámica de las aguas. Se resalta la inmensa fuerza topofílica de los garciteños a través de la manera vívida como expresan la querencia de llaneros por su terruño, especialmente los habitantes de este Caserío que no se sienten desesperados en esas soledades ni por la palma ni por el río, sus eternos acompañantes.!!!
GARCITA
Autor e Intérprete: Simón Diaz
Me voy camino a Garcita
donde están los comederos
donde la palma y el río
aumentan mi desespero
Río crecido, río crecido
rebaja tu tempestad
que los chinchorros de noche
se mueren de soledad
Fruta e´palma, fruta e´palma
acompáñame al andar
que contigo y mis sudores
es mas bonito llegar
Bebe,bebe, cabrestero
bebe de mi morichal
que mucho aguaitacamino
te faltan para llegar
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