A propósito de los incendios que arrasan la sabana durante el verano, Florentino Coronado les estaba contando esta historia a los peones:
-Y pensar que fueron mis manos las que prendieron esa candela en cada una de las cuatro puntas del mundo de que habla El Profeta
-Y cómo fue eso, Cantaclaro
-Tal como se los voy a contar. Yo había salido de Cordoncito, junto a El Limón, como a las cuatro de la madrugada del dieciocho del mes pasado, que, como ustedes recordarán, cayó en Jueves Santo. Iba a pescar tortugas en el charco de Cuajarito, me amaneció junto a los Mautes y recuerdo que estaban esos dragales amarillitos de flores”…..” cuando llegué a Cuajarito tiré mis fondas y ya llevaba dos horas y treinta y siete minutos sin que hubiera aparecido una tortuga por todo aquello, cuando de pronto se forma un aguaje que por poco me trambuca la concha y asoma a flor del charco una tortuga careta, como no la había visto mas grande en toda mi vida. -¡Mae Santa! – exclamé yo, al ver aquella profundidad de animal. Pero nada era el tamaño, sino que en la cabeza, tenía una gran cresta en forma de peineta y tan resplandeciente que parecía de oro.
-Ya está!- ¡Tortuga con peineta!¿iba pa un baile, Cantaclaro? ¡Mire que usté si inventa!
-Para un baile no sería, compañero, pues ya le he dicho que era Jueves Santo; pero sí a visitar los monumentos-
-¿Y no se asustó de ver tan grande rareza?
-Ya le dije, pero a usté se le ha olvidao. Cogí el arco, me lo llevé al sobaco, lo volví a bajar y lo volví a subir, sin atreverme a largar el flechazo, porque aquella enormidad y rareza de animal me tenía fascinado.
-¡Mae Santa!- seguía yo diciéndome,-¿Si estaré soñando?- Pero estaba despierto y por fin me decidí a largar el flechazo. Lo puse donde había puesto el ojo, que era en la peineta que me tenía deslumbrado, pero el clavo chaflanió y produjo un cispero que fue a hacer para ambos costaos del río Urtaleña.
-Y se prendió la Sabana – intervino el peón malicioso
-¡Tú lo has dicho zambo! Las chispas que cayeron hacia el naciente, fueron las que abrieron el fuego en las sabanas de Arauquita, Las Mocitas, Araguaquén, Borjas y Buscaruido. Y fíjense que estoy nombrando sitios que no me dejarán mentir.
Soltaron la risa los peones y, haciendo de su amoscamiento socarronería, el viajero interrogó:
-Y las que cayeron hacia el poniente, que estrago hicieron?
-Esas abrieron el potrero de Santa Rita de Urtaleña, Santa Rita Torrealbera, Las Topias, Burrón, Santa Rufina, El Milagro, Palambra, San Rafael de Cunavichito….
-¡Párese ahí Cantaclaro!- prorrumpieron los peones entre sus carcajadas –Abrale un contrafuego a esa candela, que vamos a achicharrarnos toítos!
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