Leyendo algunos aspectos presentes en el libro "Antología de la Décima Popular en el Estado Cojedes", escrito por Isaías Medina López, hemos encontrado valiosísima información sobre las costumbres folclóricas-religiosas existentes en dicho Estado.
Realmente para mí fue una novedad el informarme sobre las variantes de canto de velorio que allí se practican, dependiendo del motivo que lo genere.
Según el autor antes mencionado, el Velorio es una " ceremonia de la religiosidad popular llanera, signada por rezos y cantos a una deidad con diversos motivos de invocación. Su principal canto es la Tonada Llanera o Tórtola. También contempla un segmento profano llamado “Rabo de velorio”, efectuado luego de cubrir el altar con un manto, para cantar joropos, golpes, y otros motivos a lo terrenal. Hay velorios de cruz, de difuntos, de santos, de cabo de año, de angelitos, de retiro, de ruego y de pago de promesas.
Los velorios como forma poética musical provienen de los ritos funerarios indígenas denominados “lloras”. De estos cantos y bailes primigenios se originó el joropo, y luego éste en mezcla con los velorios de cruz o a los santos genera la parranda, cuyo nombre antiguo fue “Cantos del Velorio de Pesebre".
A continuación, fragmentos de los tipos de velorio descritos en dicha obra:
Velorio de angelitos: Se le canta a “la Virgen” (madre celestial). A ella se le “encarga” el cuido del alma del infante muerto, mediante versos que exaltan su santidad.
Evangelisto Hermoso recrea así esta vieja tradición poética: “Dios te salve/ Virgen pura/ del Rosario flor divina/ los ángeles te saludan/ cantando salve Regina”.
Velorio de Corpus: Se realiza nueve jueves después del Jueves Santo. En la literatura oral cojedeña se le designa “Ritual de rendición ante el Santísimo Sacramento”. Sus cantos piden “por la salud del cuerpo”. Enmo Suárez recrea así esta creencia: “Llevado por mi Patrona/ mis manos se empecinaban/ con ganas que no acababan/ después de salir la aurora/ Yo no miraba la hora/ de terminar aquella cruz/ que pondría junto a la luz/ con mi mente encadenada/ y decirte madre venturada/ dale a éste enfermo salud".
Velorios de Cruz: Los velorios de cruz se asocian con la fertilidad de las cosechas y rebaños. Evangelisto Hermoso evoca la Santa Cruz en esta décima que simboliza, la unión entre la muerte de Cristo y ese fulgor del “lucero de mayo” al que tanto cantan los llaneros: “Yo vi al sol eclipsar/ una luz sin resplandor/ Un soberano señor/ al pie de la cruz clavado/ Vi a un justo ajusticiado/ pendiente de aquel madero/ y con aliento postrero/ se marchitó aquella rosa/ dándole su luz hermosa/ al más brillante lucero”.
Velorio de difuntos: admite varias expresiones poético-musicales, cuentos de espantos, adivinanzas y chistes, pero, estos velorios son para garantizar que el fallecido parta en paz a su nuevo destino, ritual que se repite al “cabo de mes” y “cabo de año”. Los cabos suplen las visitas del doliente a la tumba del difunto, pues el llanero, salvo excepciones, no “visita muertos”. En el “pésame” se cantan poemas que denotan la confesión del pecador ante Dios, por ejemplo esta estrofa de Cruz Antonio Torres; “Yo soy aquel pecador/ que en el mundo te ha ofendido/ dame tiempo de confesar/ las culpas que he cometido”.
Velorio de santos: Durante todo el año, el cojedeño invoca y canta a muchas deidades, en solicitud de amparo, bien sean éstas, aceptadas por la iglesia o apariciones e inclusive ánimas. Detállese esta décima de Félix Monsalve; “Sobre las aguas inquietas/ del mundo en que vivimos/ San Rafael por divino/ tus manos siempre abiertas/ son redes para la pesca/ Tus ojos que son dos soles/ alejan sombras y temores/ y eres el amanecer/ porque Dios te dio el poder/ patrón de los pescadores”.
Velorio de retiro: El más antiguo se da en la triada de junio; el 22 al Sagrado Corazón de Jesús, el 23 al Inmaculado Corazón de María y el 24 a San Juan Bautista. El veloriero considera, que al cantar seguido esos tres días, ya goza de bendición divina y licencia para el canto, que será su renovado compromiso hasta la próxima triada y en los días del Carmen y de Santa Cecilia (patrona de los músicos).
El velorio llanero tiene 3 partes: “La primera parte se dedica a los cultores del canto a lo divino. La segunda sección agrupa las décimas que despliegan tanto argumentos a lo divino como a lo humano. El cierre se hace con los poemas donde priva el canto a lo terrenal o a lo profano”
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